- Al igual que la calidad de un proyecto arquitectónico esta en la utilización adecuada de parámetros como planos, líneas, profundidad, perspectiva, etc., en la música intervienen los que le son propios por su naturaleza, es decir melodía, armonía, instrumentación, estructura, etc.
- Por Archi Alpizar - ArchiAlpizar.Com
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Pero la arquitectura se ve y la música se oye y ya sabemos que, aunque ambos sentidos son de importancia vital, el oído siempre está en desventaja con la vista, ya que esta última la empleamos de manera más consciente y participa mucho mas que el oído en nuestra interacción con esa realidad en la que estamos inmersos continuamente.
Es más fácil detectar ciertas irregularidades con la vista que con el oído. El amplio espectro de percepción visual y los infinitos contrastes que nos ofrece todo lo que nos rodea nos permite sopesar el valor positivo o negativo de lo que vemos, al menos desde nuestro punto de vista. Si además tenemos un mínimo de conocimiento sobre las leyes elementales de la física, las proporciones, el equilibrio, etc., disponemos de muchas más herramientas para discriminar y hacer una mejor selección con la vista que la que pudiéramos realizar con el oído, desafortunadamente uno de los sentidos mas limitados y menos usado de manera consciente.
Si alguien no puede ver – o distinguir con claridad – los colores o por determinado problema en la visión no pudiera apreciar la perspectiva o profundidad al mirar un paisaje, su percepción del mismo no será muy fiel a la realidad. Eso nos demuestra que podemos ver el paisaje, por supuesto que sí, pero no lo percibimos tal y como realmente es porque le faltará color y/o perspectiva. Por lo tanto si hacemos una descripción o emitimos determinado juicio sobre lo que hemos visto seguramente no coincidirá con el de otra persona que no tiene los problemas de visión que hemos mencionado antes. Entonces la valoración hecha sobre lo visto no se corresponderá con la realidad, objetiva (con el perdón de la física cuántica y de la crítica a la razón pura de Kant), que está ahí, en un tiempo y espacio determinado y que todos en condiciones normales de visión pueden constatar.
Eso es lo mismo que pasa con la música cuando un oído no formado, ni entrenado, ni cultivado – con sus lógicas limitaciones generadas por estas carencias – la escucha, ya sea poniendo toda su atención o de forma superficial. Es ahí donde empiezan las valoraciones equívocas y las grandes confusiones que generan las clasificaciones infundadas – objetivamente hablando – de lo que es “bueno” y “malo” en el arte de los sonidos, y que nada tiene que ver con “me gusta” o “no me gusta”, algo que que es totalmente aceptable y respetable. Pero lamentablemente esto último es lo menos utilizado a la hora de expresar una opinión, sobre todo en la prensa musical – tanto en español como en inglés – que en un altísimo porcentaje está necesitada de una buena campaña de alfabetización musical. En fin otro motivo más para que la música siga siendo la “cenicienta” de las artes y de la que todo el mundo se siente con derecho, no a opinar, que por supuesto es inobjetable, sino a “sentar cátedra”.
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