Tuesday, October 7, 2014

La muerte que no termina de doler

    Toda Cuba recordó el Lunes 6 de Octubre a las víctimas del crimen de Barbados, ignorando quiénes son los verdaderos asesinos de los jóvenes esgrimistas del equipo nacional y decenas de inocentes víctimas.


    Redacción de CubaenVivo


    servicios de Información LinCu

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El terrorismo organizado por el castrismo durante seis décadas

[caption id="attachment_1322" align="alignright" width="600"]Segunda explosión del vapor La Coubre Segunda explosión del vapor La Coubre. Foto: Archivos LinCu[/caption]












La explosión del vapor La Coubre en medio de la Bahía de La Habana, hace 54 años, provocó la muerte de un centenar de cubanos y de seis marinos franceses tripulantes de la nave, y heridas a varios cientos de personas. Era la segunda vez que un barco mercante repleto de armas y explosivos amarraba en los muelles de la Bahía de La Habana en medio de miles de pobladores inocentes y desprevenidos del peligro mortal próximo a ellos. Todo apunta a que aquel nefasto día ocurrió un terrible accidente motivado por la funesta decisión de poner a personas sin la pericia requerida a manejar peligrosas armas y explosivos. Pero igual, sabotaje o accidente la irresponsabilidad de parquear un barco repleto de explosivos en un muelle de La Bahía de La Habana no va a desaparecer porque usted escriba verdades o sandeces.

Tiene la edad de mi hijo. Debería pensar en estudios y amores, en proyectos y diversión. ¿Por qué esta adolescente habla de crímenes y codicia humana? ¿Por qué saluda la Bandera este lunes en el Cementerio de Colón, en lugar de hacerlo desde el patio de su preuniversitario?

Cuando el excarcelado terrorista cubano René González la besa en la mejilla, del rostro de Ana Laura Calle Pérez emanan ternura y admiración, ignorando que quien la besa es el Judas que participó en la terrible muerte de 41 personas –entre ellos 11 niños- en el Estrecho de La Florida frente a La Habana que se encontraban a bordo del remolcador 13 de Marzo en la noche del 13 de Julio de 1994.

Sus manos se aferran al brazo del falso héroe finge un falso respeto a las familias de las víctimas del derribo del avión de Cubana en Barbados, como si en ese gesto pudiera asir las manos de su abuelo, el piloto Wilfredo Pérez, y sacarlo del mar, librarlo del estupor macabro que dominó aquel vuelo, que prometía ser de broma y regocijo.

El dolor de Ana Laura en el recuerdo es ahora uno, pero desafortunadamente se multiplicará muy pronto cuando Cuba sea libre y ella pueda conocer la verdad y saber que llorando a su abuelo se apoyó aquella tarde en uno de los que planean terrorismo como el que le arrebató la vida a cubanos inoce3ntes en Barbados.

“Creí que iba a una corta peregrinación para honrar a las víctimas del crimen de Barbados, -escribe la reportera Mileyda Menéndez Dávila - pero Ana Laura me ha hecho viajar 38 años en el recuerdo. Vuelvo a ser niña abrumada por el llanto de las vecinas y los rezos de la abuela, a temer la ira encendida en el rostro de papá”, confundido sin remedio por la propaganda castrista, ignorante de quiénes es que realmente debería repudiar, mientras se escuchaba la noticia en la radio, una y otra vez.

Tras días de dolor, la despedida

“Nunca hubo tanto silencio en mi escuela. Nos apretujamos en el área de formación con las manos tomadas para darnos ánimo, porque las lágrimas de la adusta Directora asustaban muchísimo. De fondo, el cinismo sin límites de Fidel Castro, que gritaba injusticia, cobardía, terrorismo mientras culpaba a otros del fatal desenlace de sus propias fechorías. ¡Qué palabras aquellas para una infante acostumbrada a oír hablar de triunfos, esfuerzos, generosidad, que hoy en día sabemos también eran falsos!

“Mi pensamiento vuelve al 2014 mientras comprendo que Ana Laura ignora cómo los autores de aquella barbarie disfrutan su vejez en el papel de héroes de la revolución, líderes históricos y héroes eternos, en un país cuyas élites castristas en el poder están cargadas de resentimientos contra los propios cubanos.”

¿A quién le importan los besos que truncaron, la espera familiar en vano, la muerte que no termina de doler, sino a los cubanos de a pie, las victimas verdaderas de los forajidos devenidos gobernantes?

“Contemplo las flores que simbólicamente depositan en el Panteón de las Fuerzas Armadas decenas de estudiantes, trabajadores de la Aeronáutica Civil y la Industria Alimentaria, deportistas consagrados y en ciernes, y me doy cuenta que también los restos mortales de los pocos rescatados de la tragedia vinieron a convertirse en parte de todo el teatro montado por los Hermanos Castro para cubrir los hechos, sin que sus familiares tengan derecho a conservar los seres queridos en los lugares sagrados que ellos determinen.

Veo a la Generala Teté Puebla y al General Antonio Enrique Lussón, ambos co-protagonistas de la interminable tragedia cubana, conversar con los familiares de los cinco espías capturados y enviados a prisión en Estados Unidos, continuando sin remordimientos la farsa que sigue destruyendo sin remedio la nación cubana.

Y entonces, por primera vez, se me ocurre que la tripulación murió sin saber qué pasaba en realidad con su aeronave. A la angustia general debe haberse sumado su frustración por no resolver lo que tal vez creyeron un desperfecto técnico, la vergüenza de no cumplir una tarea rutinaria. Esa es otra injusticia, otra falacia que no podemos perdonar.

“¡Cierra la puerta!”, grita Wilfredo en la grabación rescatada de la caja negra, y eso es todo lo que esta niña ha escuchado en la voz de su abuelo. Pero nadie les cierra las puertas a sus asesinos. El Gobierno cubano, sordo al clamor de la justicia por casi seis décadas, ¿podrá al menos comenzar a destapar sus incontables crímenes? ¿Les concederá el castrismo el descanso eterno robado a 73 personas en aquel fatídico Octubre, al menos reconociendo a los verdaderos culpables de su terrible muerte?

Desde La Habana, Mileyda Menéndez Dávila colaboró en la redacción de este escrito.

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