Friday, September 19, 2014

Rubén González, guitarrista, pedagogo y promotor (1 de 3)

    Durante más de dos décadas, el guitarrista Rubén González ha dedicado su talento pedagógico a la formación de instrumentistas profesionales en la República Dominicana. “Hiciste un papel tremendo y a mi entender debiste obtener un premio, pero así son los concursos" María Luisa Anido.




[caption width="620" align="alignright"]Guitarrista Rubén González Rubén González, guitarrista, pedagogo y promotor[/caption]

Niño que no llora…

Profesor del Conservatorio Nacional de Música desde 1994 hasta la actualidad, ha conseguido que sus estudiantes alcancen niveles nunca antes experimentados, e incluso que algunos de ellos resultaran premiados en prestigiosos concursos internacionales, algo absolutamente inédito en la historia pretérita de la guitarra local.

Ha introducido la Escuela Cubana de Guitarra en el país y esto, por los resultados obtenidos, debe ser anotado, documentado y divulgado. Pero además de su labor como pedagogo, su persistente y sólida calidad como guitarrista de concierto le ha ganado un extenso público, y como para no dejar espacios vacíos, su capacidad organizativa la ha encaminado a la creación del Concurso y Festival de Guitarra de Santo Domingo, escenario en el que se han presentado importantes figuras del arte de las cuerdas pulsadas, y que ha servido fundamentalmente como plataforma para que los guitarristas noveles se abran paso en el difícil arte de la música de conciertos.

Y para que tan brillante labor no permanezca oculta, olvidada y sin documentar, aquí comparto, con todo el que esté interesado en la vida musical de esta media isla, una extensa entrevista que le hice al Maestro González y donde rememora algunos de los hitos más importantes de su vida profesional.

Antonio Gómez Sotolongo: ¿Cómo conociste la guitarra?

Rubén González: Mi abuelo por parte padre tocaba algo de tres y guitarra, pero yo nunca lo vi tocar, ya él estaba muy viejito cuando yo lo conocí y no tocaba, pero un tío mío sí, un hijo de él tocaba guitarra. Además, todos en mi familia por parte de padre eran muy afinados, era una familia muy grande y se reunían a hacer fiestas en las que cantaban rancheras mexicanas, boleros cubanos, canciones popularizadas por los tríos puertorriqueños y toda esa música que entonces estaba de moda. Y fue con ese tío con el que comencé a fijarme en la guitarra. En realidad la guitarra que compraron mis padres era para mi hermano, pero a él no le interesó mucho y el tío comenzó a darme algunas clases a mí.

Todo esto sucedió en Holguín, en los primeros años de la década del 70, en el pasado siglo XX cuando yo era un niño de unos nueve años más o menos. Después de estos primeros pasos con mi tío, mi papá me puso a tomar clases privadas con un señor que se llamaba Guillermo Sanz, quien era uno de los mejores profesores que había en Holguín, y aunque no leía música era muy bueno tocando la guitarra y enseñando.

No tengo idea de cómo lo logró, pero me enseñó mucho y llegó un momento en el que le dijo a mi papá que yo había aprendido todo lo que él me podía enseñar, y le recomendó que me llevara a la escuela de música, y mi padre le hizo caso, así que hice mi examen de admisión en la Escuela Provincial de Arte de Holguín y fui admitido, pero con tan mala suerte que entonces había un solo profesor de guitarra, que era Aldo Rodríguez, y no tenía cupo para darme clases, entonces me pusieron a estudiar saxofón con el objetivo de que al año siguiente me cambiaran, pero eso no me gustaba y duré solamente un mes, después no aguanté, no me gustaba el profesor, le hice rechazo.

Un día llegué llorando a mi casa y mi mamá habló con Aldo y consiguió que me admitiera, pero con la condición de que me haría una prueba de aptitud, resultando de todo esto que a pesar de que comencé el curso de guitarra casi dos meses después que los demás, fui el primero en terminar el método de Isaac Nicola, que era el que entonces se llevaba. Así que como dice el refrán: “Niño que no llora… no hubiera sido guitarrista”.

Después de terminar los estudios en Holguín me fui a Cubanacán (Escuela Nacional de Música ENA), en total pudimos pasar a La Habana tres de los estudiantes de mi grupo: Alejandro Puente, Lilliam Rodríguez y yo, y de esos tres el único que llegó al ISA (Instituto Superior de Arte) fui yo, y de todos los de mi grupo inicial el único que ha hecho carrera como guitarrista y profesor he sido yo.

Resumiendo, estuve en Holguín tomando clases con Aldo un año porque él terminaba el servicio social y se regresó a La Habana, entonces vino Alina Quesada, una profesora también de La Habana quien me dio clase por dos años. Después de eso, por algún problema que no recuerdo ahora tuvimos que continuar los estudios en La Habana, donde terminé el nivel elemental justamente con Aldo Rodríguez, el profesor con quien lo había comenzado, y con quien continué todo el nivel medio hasta que me gradué.

AGS: ¿Durante estos años de estudio participaste en algún concurso?

RG: Sí, estando en Holguín participé en concursos y en La Habana gané el Primer Premio del concurso Amadeo Roldán en 1982, en el que había obtenido un Tercer Premio en años anteriores. Terminando el Nivel Medio me fui a trabajar a Holguín donde estuve desde 1982 hasta 1984, después fui a Matanzas a trabajar y estuve allí desde 1984 hasta 1991. En 1985 ingresé al ISA y tomé clases con el Maestro Efraín Amador y en 1986 participé en el Concurso de Guitarra de La Habana, en el que no obtuve ningún premio. Pero en 1988 repetí la experiencia y obtuve el Premio a la Mejor Interpretación de una obra de Leo Brouwer.

En el ISA, realmente Efraín me fue a buscar para darme clases, porque los profesores también quieren buenos estudiantes. Ortega también quería ser mi maestro, pero Efraín se le adelantó… entre ellos había problemas y uno de los problemas era yo, y lo agravé porque en los Concursos de La Habana llegué a ser finalista y gané el premio por la mejor interpretación de la música de Leo Brouwer y eso no ayudó a que ellos mejoraran sus relaciones; sin embargo, con el tiempo tuve una buena amistad tanto con Efraín como con Ortega, porque yo no tenía nada que ver con aquellos líos de celos profesionales.

El concurso de La Habana, en 1988, fue una experiencia muy bonita; entre otras cosas, porque aunque en casi todos los concursos está prohibido al público aplaudir, en el de La Habana siempre lo permitieron. Y por eso me sucedió algo inolvidable durante mi participación en la primera y la segunda vuelta de ese concurso, algo que yo no recuerdo haber visto nunca, creo que lo más parecido lo vi en el Primer Concurso cuando Pellegrini tocó una pieza de Barrios Mangoré, muy rápida, y la gente aplaudió muchísimo, pero no recuerdo que se pusieran de pie; sin embargo, en mi caso, en la primera y la segunda vuelta, el público del Teatro Nacional aplaudió de pie. Entonces yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando, no me daba cuenta. Entonces llegué a la final, donde toqué el concierto de Giulliani con la Camerata Brindis de Salas, bajo la dirección de Tomás Fortín, que fue mi primera experiencia con orquesta, y tengo que subrayar que Fortín fue muy gentil conmigo y me ayudó mucho.

Ese concurso fue para mí uno de los más fuertes, porque ahí estuvieron guitarristas que hoy en día son de los mejores del mundo. Con la excepción de Per Skaren, de Suecia, que no sé dónde se ha metido, todos los demás finalistas de aquella edición han hecho carrera y se mantienen activos; ellos son, Aniello Desiderio, de Italia; Antigoni Goni, de Grecia; Alexander Swete, de Austria, Jozsef Eotvos, de Hungría; Joaquín Clerch, y yo. Éramos siete finalistas.

Tengo muchos recuerdos bonitos de ese Concurso… te digo lo que me pasó: después de aquella presentación muchos amigos míos vinieron al camerino, recuerdo a Miguelito Núñez, el que después fue pianista de Pablo Milanés; Anabel, la que entonces era esposa de Miguelito, y otros más vinieron a saludarme y algunos venían llorando a abrazarme y yo no sabía por qué, y era de la emoción que sintieron al ver ese espectáculo… ahora comprendo que era muy fuerte ver aquel Teatro Nacional repleto aplaudiendo de pie… Pero yo estaba ahí, y no tenía consciencia plena de lo que estaba pasando. Recuerdo que también vino Aldo y me dijo: “Óyeme, Costas Cotsiolis ha hablado maravillas de ti”. Y Cotsiolis estaba en el jurado.

Finalmente pasé, pero en la última vuelta me sucedió algo. Como era mi primera vez con orquesta, le presté mucha atención al director y para eso tenía que mover mucho el ángulo de la guitarra y al desviarla, el micrófono no recogía lo suficiente, no sé, pero no me dieron ningún premio; sin embargo, recibí elogios muy importantes de figuras como María Luisa Anido, quien integraba también el jurado en esa oportunidad. Ella me dijo: “Hiciste un papel tremendo y a mi entender debiste obtener un premio, pero así son los concursos”. También Víctor Rodríguez el pianista y hermano de Aldo, me dijo: “Yo estoy de acuerdo con que se ayude a los nacionales, porque en todos los países se hace, pero si ayudaron a uno debían haberlo hecho contigo también”. Se refería a Joaquín, quien sí obtuvo un premio.

A pesar de todo, aquel concurso me abrió puertas y fue mi primer encuentro con algunos de los guitarristas más importantes de mi generación, y que, como te dije, hoy están entre los más destacados del mundo. Continuará…

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